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domingo, 4 de septiembre de 2011

4 de Septiembre día de la victoria popular: aprender de Allende sin ser “Allendista”





Hoy se cumplen 41 años desde el histórico 4 de septiembre de 1970.   Por primera vez Chile tenía un presidente que se declaraba marxista, que proponía el socialismo y que pretendía llevar al poder a la clase obrera.  El gobierno de Salvador Allende logró, sin duda, una ruptura con toda la historia precedente de Chile: la agitación, la agudización de la lucha de clases y la búsqueda de la independencia y la dignidad nacional son un referente, una lección a tomar en cuenta para todos los que en la actualidad, no obstante de esa derrota histórica, nos reclamamos como luchadores por un mundo mas justo, como luchadores por el socialismo.

            Allende fue un socialista honesto, un patriota, un hombre excepcional no solo para Chile, sino también para Latinoamérica y el Mundo, así como también para la historia del socialismo en general.  Allende y la UP, encarnaron un momento culmine de la trágica y heroica lucha del movimiento obrero chileno, que desde el siglo XIX venía enfrentándose a la cerrada oligarquía chilena y SU democracia.  Durante los tres años de gobierno, que se abrieron como una promesa desde el 4 de septiembre, miles de trabajadores, pobladores y estudiantes se movilizaron por todo Chile: nunca la democracia fue tan ancha… y nunca la lucha de clases mas abierta e intensa.

            El 4 de septiembre es un día para reflexionar porque es el día de la victoria.  Pero, no solo por eso, es un día para reflexionar precisamente porque la victoria duró poco, no fue definitiva, la primavera de los trabajadores y pueblos de Chile se acabó en tres años y no se llegó a consolidar el gran objetivo de la lucha histórica de los trabajadores: el socialismo.  Sabemos que el gobierno popular fue aplastado con violencia, por la acción sediciosa de la burguesía nacional e internacional, esta última encarnada en el imperialismo estadounidense que desde el primer momento declaró la guerra política y económica a la Unidad Popular.  Era mucho tolerar para ellos, que la valiente isla de Cuba fuera un bastión del socialismo, un triunfo en Chile no se podía permitir.
           
            ¿Las derrotas se explican solo por la acción del enemigo? Pues creo que no, por eso es importante reflexionar sobre las falencias del experimento chileno, sobre los límites de lo que a veces se llama Allendismo, y que es en realidad los límites ideológicos y concretos que tuvo la dirección mayoritaria del proceso revolucionario chileno. Esa es gran parte de la riqueza de la experiencia de la UP.

La UP se propuso avanzar hacia el socialismo respetando los límites que el Estado y la “democracia” chilena tenían en ese entonces.  Ese Estado y esa “democracia” tenían como hito fundacional la Constitución de 1925, una carta que al igual que la precedente, la de 1830, había sido redactada a espaldas de los trabajadores y pueblos de Chile, atendiendo principalmente a los intereses de las clases altas, de los terratenientes y la alta burguesía.  El espacio de acción que el respeto a esa constitución exigía era muy estrecho, no obstante que mediante el uso de subterfugios legales se avanzó mucho en la creación de un área social de la economía chilena.  Se pretendió que un instrumento creado para la dominación y supremacía de una clase sobre otra, sirviera para que la clase dominada creara su propio poder.  En este sentido creo que la lección no ha sido en vano, todas las fuerzas de izquierda en la actualidad reclaman como uno de los puntos centrales la necesidad de una Asamblea Constituyente para una Nueva Constitución, es necesario que este proceso sea protagonizado por las mayorías de Chile, y así crear un nuevo Estado, una nueva Democracia construida por la deliberación de todos los que habitamos este territorio.  El solo proceso de una asamblea constituyente con protagonismo popular asegura que el debate llegue a todos y que los trabajadores y pueblos de Chile se politicen, piensen y reflexionen sobre sus intereses.  El resultado sería la primera constitución democráticamente redactada, garantía de legitimidad.  Además, por las características del Estado chileno actual, el solo proceso de una Asamblea Constituyente con Protagonismo Popular es una revolución, un enfrentamiento entre los intereses de los poderosos acomodados en el sistema de Pinochet y los aplastados por ese sistema, victimas de la precariedad y el endeudamiento.  La consigna de la Asamblea Constituyente es acertada, porque es confrontacional, porque es legítima y porque actuar dentro de los límites de la institucionalidad actual sería ir nuevamente con un punto en contra de la victoria y un punto a favor de la derrota.

El respeto a la institucionalidad existente, a la constitución de 1925, se hizo en el marco de la teoría de la “vía pacífica al socialismo”.  La idea de que se podía llegar al socialismo sin insurrección, no fue una cosa inventada en Chile, sino una teoría planteada desde la URSS que tras la muerte de José Stalin había abandonado la lucha revolucionaria y había promovido que los partidos comunistas se abocaran principalmente a la lucha parlamentaria.  El problema de esta teoría, promovida principalmente por el PC dentro de la UP, es que se plantea a contrapelo de toda la experiencia histórica de las revoluciones por el socialismo.  Los grandes teóricos, como Marx o Lenin, atendiendo a esta realidad siempre afirmaron la inevitabilidad del enfrentamiento armado para dar solución al problema del poder.  De ahí que fuera necesario educar a las masas sobre el verdadero carácter de la dominación del capitalismo y la necesidad de la legítima violencia de las mayorías para acabar con esta.  Ante la pregunta ¿La clase patronal se expropiará pacíficamente? La experiencia histórica y el sentido común nos dicen que no.  Por esto, una lección a tomar en cuenta, es que todo proceso que tenga un objetivo tan grande como el socialismo, deberá al menos tener una política militar como prioridad, la vía pacífica a lo mas nos puede llevar a una más amplia democracia, pero de ahí a avanzar hacia el fin del capitalismo… no podemos enfrentar nuestros votos contra las armas del fascismo, que saldrán siempre a defender la propiedad de los poderosos y sus privilegios.    El PC, afirmaba erróneamente que las FFAA defenderían la revolución… se negaba que las FFAA existentes tenían (tienen) un marcado carácter de clase, son educadas en la idea del enemigo interno y que sus altos mandos son la última instancia de salvación para los poderosos.  Los avances que se lograron en este sentido recaen en los nombres de militares honorables como Schneider y Prats.
La efervescencia y organización de las masas se materializó en la formación de instancias de poder propias como los cordones industriales y los comandos comunales, que se planteaban de forma abierta la conquista del poder.  Sin embargo, la idea de la vía pacífica llevada hasta la última instancia llevó a errores como el apoyo unánime de la UP a la “Ley de control de armas” que permitió a las FFAA entrar a las industrias y a los lugares de organización de los obreros a amedrentarlos y requisarle todo armamento.  Esto fue muy útil para los fascistas que preparaban el golpe, ya que midieron el poder de respuesta de los obreros al mismo tiempo que los desarmaban.

La idea de la vía pacífica es hermosa, sería el ideal que el mundo funcionara así… pero desarmarse ideológica y materialmente es suicidarse, ya vemos como terminó todo.  Para defender sus privilegios y sus sistema, la clase patronal no cree ni promueve vía pacífica alguna, sino que está dispuesta a usar a los militares, a crear campos de concentración y a asesinar a miles de luchadores sociales si es necesario.  No podemos volver a ser ingenuos e ignorar las leyes que la historia nos muestra, Allende era un demócrata a ultranza y pensó, erróneamente, que las fuerzas políticas de la patronal también lo eran…  hoy sabemos que no fueron demócratas, que no lo son ni lo serán, la democracia se les acaba cuando choca con sus intereses.  

La victoria del 4 de septiembre de 1970 nos demuestra que la lucha electoral es viable para avanzar en la construcción de una mejor democracia, pero siempre dentro de los límites del capitalismo. El socialismo si es eso lo que se busca, es una tarea más trágica, se debe estar dispuesto a morir o matar.  La tragedia se da porque lo viejo nunca quiere morir y no deja nacer lo nuevo, los partos son dolorosos y no conozco “anestesia” social a la violencia que se avecina sobre el pueblo cuando se amenazan los intereses de las minorías dominantes y que están dispuestas a todo.

Debemos seguir la vía recta de Allende, su respeto al ser humano, pero debemos saber también a qué nos enfrentaríamos si tenemos un objetivo tan ambicioso como acabar con el capitalismo.  Hay que promover la paz pero no dejarnos aplastar nuevamente, debemos ser demócratas pero debemos crear las condiciones para defendernos de quienes no lo son ni lo serán.  Allende fue un luchador ejemplar, un consecuente, un valiente, un patriota y una figura señera de nuestra historia, admiremos la historia que nos dejó, aprendamos de ella, no repitamos, no imitemos: aprendamos.  Siempre a medir si los medios que proponemos son suficientes para nuestros objetivos, si realmente queremos esos objetivos.

Ahora que el movimiento obrero, ciudadano y estudiantil se reconstruye y fortalece tras la larga dictadura y la perpetuación de su sistema en las últimas dos décadas de “democracia” limitada, es más importante que nunca analizar la historia, reflexionar, criticar, comentar y socializar ideas.  

1 comentario:

  1. Genial columna, Genial reflexión, el recordar que la violencia no es un método para llegar al socialismo, si no que es la defensa a la respuesta de quienes dirigen y mantienen este asqueroso sistema frente a esta revolución, es excelente, sobre todo en momentos como este en donde la prensa esta al servicio de los intereses de unos pocos.

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