El lunes recién pasado Israel atacó a un barco palestino que llevaba ayuda humanitaria, situación que ha sido rechazada por toda la comunidad internacional por su incuestionable ilegitimidad e innecesariedad. Incluso aquellos países que han apoyado abiertamente a Israel han condenado el ataque terrorista.
El movimiento sionista no ha sido más que una brazo más del imperialismo estadounidense para crear una cuña en medio oriente desde donde proyectar división y medios de control sobre una de las zonas más ricas en petróleo de todo el mundo.
Con la creación de Israel se desplazó de sus territorios, hogares e historias a la gran parte de la población árabe palestina. Sólo imáginese que sus vecinos se pusieran de acuerdo para que más de la mitad de su casa fuera ocupada por gente que reclama que sus antepasados habrían vivido (supuestamente) miles de años atrás en ese territorio. Totalmente absurdo.
Ahora, esa irracionalidad promovida por los intereses geopolíticos y económicos, exigidos por un grupo que se conoce como el movimiento sionista y que se apoyaba en argumentos de dudosa procedencia, se manifiesta en una resistencia sangrienta del pueblo palestino, que sufre incluso en momentos en que sólo recibe ayuda. Recordemos que las casi 20 víctimas de reciente atentado eran personas que llevaban ayuda humanitaria y que luchan por los derechos humanos.
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