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sábado, 10 de julio de 2010

“INVENCIÓN” DE ENFERMEDADES: LA PSIQUIATRÍA, LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA Y LA CONCEPCIÓN ACTUAL DE ENFERMEDAD.


*Investigación realizada por Ana Matus Jara (estudiante de Historia, Geografía y Ciencias Sociales)*

La importancia que cobra la psiquiatría se da hacia la década del ’60 del siglo pasado. Tal como indica Enrique González “En la década de 1960, en la que los sociólogos marcan el inicio de la posmodernidad, se había producido un espectacular auge de la demanda psiquiátrica.” [1] El comienzo se habría dado a partir de la tendencia creciente por parte de las personas de creer que la psicoterapia daría solución a sus problemas vitales. González afirma que “Era imparable la tendencia a psicologizar el sufrimiento que generaba la creciente dificultad de vivir, el miedo al fracaso, la imposibilidad de amar y ser amado, el desarraigo, la soledad, etcétera. Se bajó el umbral de lo que se había considerado enfermedad psíquica, que en muchos casos llegó a ser una simple variante de la normalidad. Y se ofrecieron múltiples terapias breves, entrando en liza los psicólogos, que decían curarlo todo.”[2] Y en respuesta a este proceso es que se alzan los psiquiatras. Dice González: “Temerosos de perder clientela, los psiquiatras se dispusieron a psiquiatrizar cualquier comportamiento más o menos anómalo, extendiendo la patología psíquica y ofreciendo algo que los psicólogos no podían dar: los nuevos psicofármacos. El psicoanálisis fue siendo marginado.” [3]


El contexto en el que se inserta el presente trabajo entonces es, por un lado el marcado por la tendencia al control social (entendido como el “proceso o mecanismo que hace que los individuos se ajusten a las normas y valores sociales establecidos”[4]) ejercido por la psiquiatría, que tiende constantemente a tildar de trastorno o enfermedad conductas que salen de la “norma”, como pueden ser el caso del Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad o el de la Rebeldía porque sí, ser rebelde es una enfermedad según el Manual de Diagnosis y Estadísticas de Trastornos Mentales (DSM)[5]. Y por otra parte se presenta el afán de lucro de la industria psicofarmacéutica así como de la misma psiquiatría, todo atravesado de manera transversal por el creciente consumismo de una sociedad posmoderna predispuesta a ser feliz al instante.


Todo esto ha llevado a etiquetar como trastorno o enfermedad mental toda conducta factible de ser definida como tal, en la medida en que se aleja de la idea de “normalidad”. La medicalización, entendida por Iván Illich como “la invasión de la medicina y su aparato tecnológico en un número creciente de personas y condiciones”[6] asume en este punto un importante rol, en cuanto la medicina psiquiátrica y su aparato tecnológico invaden en aquellos ámbitos de la vida humana que son factibles de “patologizar” y etiquetar como trastorno o enfermedad mental. “Esto es -indica Cabral-, para áreas de la vida individual o etapas de la misma… que se van convirtiendo en el ‘blanco’ de cuidados estrategias intervencionistas específicas, independientemente de la existencia concreta de señales o síntomas de carácter mórbido o patológico.”[7]

Las críticas son muchas y surgen a partir de la constatación de que: “La promoción y la comercialización de los medicamentos, en el contexto de la lógica de mercado dominante, orientada principalmente al propósito de ampliar la oferta y la demanda, se está implementado, pues, en detrimento de la función que debería otorgarse a esos productos: atender las necesidades de alivio de síntomas o cura de las enfermedades.”[8] Se ha advertido ya, que convencer a personas sanas de que están enfermas e incentivarlos al consumo de medicamentos obedece a intereses comerciales y a un desmedido e inhumano afán de lucro: “Mientras los gastos exorbitantes desbordan el sistema sanitario, marchan estupendamente los beneficios de la industria farmacéutica, que gastan mucho menos en investigación que en marketing, en el que colaboran prestigiosos profesores de medicina dando su opinión favorable sobre un nuevo y caro medicamento, y cobrando por ello. Así la cantidad de enfermedades crece sin parar.”[9] Un ejemplo de ello está dado por las ganancias reportadas en Estados Unidos tras el aumento de metilfenidado, fármaco recetado para niños con problemas comportamentales: “en 1970, se estimaba estarían usando el fármaco, cerca de 150 mil niños en los Estado Unidos, número que ascendía a los 750 mil, en 1987, con aumento del orden de 700% en el periodo comprendido entre 1990 y 1997, lo que provocó una ampliación del margen de ganancias de los productores en más de 500%.”[10]


A todo esto se adhiere el fuerte rechazo a la psiquiatría que emana de La Comisión de Ciudadanos por los Derechos Humanos (CCHR), establecida por la Iglesia de Cienciología en 1969, centrada en el fraude que los diagnósticos psiquiátricos suponen en cuanto éstos carecen de fundamento científico o médico, sumado al hecho no menos importante de que los trastornos mentales que constituyen la DSM, son literalmente votados por los psiquiatras, antes de adquirir o no la categoría de tal. El Dr. Thomas Dorman, internista y miembro de la Universidad Real de Medicina del Reino y miembro de la Universidad Real de Canadá asegura que: “… todo el asunto de crear categorías psiquiátricas de ‘enfermedades’, que se establecen a base de votación y posteriormente adscritas a códigos de diagnóstico, lo que a su vez permite su utilización en facturas de seguros médicos, no es sino un amplio fraude que le proporciona a la psiquiatría una aura seudo-científica.”[11] A lo que se viene a añadir además, el hecho de que los tratamientos prescritos pueden resultar fuertemente dañinos para la vida.

En “Ruina de la Comunidad. El ‘cuidado’ coercitivo de la Psiquiatría. Informe y recomendaciones sobre el fracaso de la salud mental comunitaria y otros programas psiquiátricos coercitivos”, publicado por CCHR, se informa que:

1. Los “trastornos” psiquiátricos no son enfermedades médicas. La existencia de enfermedades es comprobada por evidencia objetiva y por medio de exámenes físicos. Sin embargo, nunca se ha comprobado que una “enfermedad” mental exista médicamente.
2. Los psiquiatras tratan exclusivamente “trastornos mentales”, no enfermedades cuya existencia se haya comprobado. Como el Dr. Thomas Szasz, profesor emérito de psiquiatría hace notar: ‘No hay pruebas de sangre ni de otros elementos biológicos para determinar la presencia o ausencia de una enfermedad mental, como las hay para la mayoría de las enfermedades corporales.
3. La psiquiatría nunca ha establecido la causa de cualquier “trastorno” mental. Solo tienen teorías y opiniones conflictivas sobre sus diagnósticos y métodos, y carecen de toda base científica para ellos.
4. La teoría de que los trastornos mentales se originan debido a un ‘desequilibrio químico’ en el cerebro es una opinión no comprobada, no es un hecho. El Dr. Elliot Valenstein, autor de Blaming de Brain [Culpando al Cerebro] y representante de gran grupo de expertos en medicina y bioquímica, afirma: ´no existen pruebas para evaluar el estado químico del cerebro de una persona viva’.
5. El cerebro no es la causa real de los problemas de la vida. La gente de hecho tiene problemas y molestias que podrían tener como resultado dificultades mentales, que en ocasiones son muy graves. Pero decir que la causa de estas dificultades son ‘enfermedades incurables del cerebro’ a las que solo se puede dar alivio mediante píldoras peligrosas, es deshonesto, dañino y a menudo mortal.[12]


En cuanto a este último punto, el Dr. Sydney Walker III, neurólogo, psiquiatra y autor del libro “Una Dosis de Cordura” (A Dose of Sanity), afirma que el Manual de Diagnosis y Estadísticas de Trastornos Mentales (DSM) “ha sido la causa de que se administren drogas sin necesidad a millones de personas… a quienes se les pudo haber dado diagnóstico, tratamiento y cura, evitando el uso de medicamentos tóxicos y potencialmente mortales.”[13]

Por otra parte, en su libro “Vendiendo Enfermedades”, el periodista y escritor Ray Moynihan, enfoca su estudio en el “patrocinio” de enfermedades por parte de compañías farmacéuticas las que, según indica, “patrocinan las actividades de la medicina que están sumidas en este proceso de crear o vender enfermedades”, a lo que se suma la ampliación de los límites de la enfermedad “Porque no hablamos sólo de inventar o patrocinar enfermedades, sino también de hacer que cada vez más personas sean susceptibles de ser consideradas enfermas.”[14] Al respecto Marino Pérez, uno de los autores del libro “La Invención de los Trastornos Mentales”, asegura que “La industria farmacéutica, con sus campañas de sensibilización a la población ha sido eficaz en informar a la gente de que ciertos problemas de la vida (y a veces ni siquiera) son trastornos o, incluso, enfermedades que, curiosamente, se remedian con medicación.”[15] Esto es lo que el autor denomina “escuchar al fármaco” lo que correspondería a “una estrategia tanto de la investigación psicofarmacológica como de la práctica psiquiátrica, consistente en definir el problema por los síntomas que son sensibles a la medicalización.”[16] A esto se puede añadir lo afirmado por González quien indica que “En tiempos actuales el aumento de los diagnósticos ha adquirido proporciones gigantescas, y para cada enfermedad existe una pastilla. Y cada vez con mayor frecuencia, para cada pastilla que se inventa hay también una nueva enfermedad.”[17]

Pues bien, la pregunta que cabe ante esta situación es ¿Qué ocurre con la enfermedad? ¿Cómo podríamos entender la enfermedad en el contexto recién descrito?

González al respecto sostiene que “Actualmente la enfermedad se presenta como algo absurdo y carente de sentido para la propia vida del sujeto que la padece, y al carecer de sentido es como si tuviese algo de misterioso, como si nadie supiese el porqué ni el para qué del padecer humano.”[18]

La enfermedad ha quedado, en este proceso, relegada de la subjetividad y percepción que de ella realiza el propio ser humano: “… el médico, que sólo ve de un modo aislado y descontextualizado al presunto paciente, se fija casi únicamente en un cuerpo –aun cuando en el caso de que no se detecte ningún signo corporal- y en una sintomatología psiquiátrica meramente morfológica, sin apenas escuchar lo que éste pude decirle de su propia vida.”[19] Se aísla así al propio enfermo de su enfermedad, se produce una separación entre aquél y su padecimiento, así como entre el padecimiento y el contexto personal del propio paciente. Es otro quien determina qué es o no una enfermedad, transformando conductas y padecimientos normales en trastornos o enfermedades mentales que pueden ser tratadas con el medicamento prescrito en cada caso, sin que el paciente pueda pronunciarse en torno a su propia “enfermedad”.

La respuesta que ante esta situación da Marino Pérez es a favor de un “modelo contextual de psicoterapia… que sitúa el problema en la relación de uno con el ambiente, con los demás y consigo mismo, incluyendo aquí las propias experiencias y los síntomas, considera a la persona como un contexto biográfico (social-verbal) en el que se han de entender los problemas y enfatiza la relación terapéutica como contexto fundamental de la en el que las técnicas tienen su efecto.”[20]

En el contexto actual “la concepción de enfermedad está funcionando en realidad como justificación de la medicación masiva a la que hemos llegado”[21], sentencia Pérez. La búsqueda instantánea de la felicidad por una sociedad altamente consumista y afectada por las condiciones propias de una vida acelerada, individualista y altamente competitiva, han generado la estructura de oportunidades necesaria para que la psiquiatría y las industrias farmacéuticas arremetan en la vida social de las personas medicalizando y transformando en “trastorno” o “enfermedad” mental cuanta conducta sea factible de serlo. Se aísla la enfermedad del paciente y se aísla también de lo que constituye su propio contexto social y vivencial. El lucro viene después de la venta cada vez más masiva de los fármacos o medicamentos prescritos, sustentado todo en la creencia casi ciega de las personas de que una píldora será capaz de aliviar sus padecimientos. En este sentido “la noción de enfermedad desvía la atención de las verdaderas condiciones de los que dependen los trastornos mentales, que se encuentran en los problemas de la vida y en las maneras que tienen las personas de tratar con ellas.”[22]

Nos posicionamos entonces en un contexto y una concepción de enfermedad situada “… entre los hechos y la ficción, entre la cura y la coacción, entre la medicina y la manipulación.”[23]


Caso:
Una joven ejecutiva de 27 años fue hospitalizada después de que trató de ingerir una dosis excesiva de antidepresivos que su psiquiatra le había prescrito. Esto sucedió después de un año de psicoterapia que no resolvió sus problemas de cansancio, problemas cognitivos y melancolía. No obstante después que se le hospitalizó, los médicos le practicaron un examen médico completo y encontraron algo que los psiquiatras ni siquiera se habían percatado: hipertiroidismo, que puede manifestarse como “desgano, tristeza y falta de esperanza”. Se le administraron complementos tiroideos y desde entonces no ha tenido “síntomas psiquiátricos” y su “personalidad y profesionalismo se han incrementado”.

Eastgate, Jan: Enfermedad “mental” inventada.




[1] González, Enrique: Depresivos y antidepresivos, http://www.ome-aen.org/NORTE/33/NORTE_33_080_59-62.pdf
[2] Idem.
[3] Idem.
[4] Gilbert Ceballos: Introducción a la Sociología, ED. LOM, Santiago, Chile, 1997, p. 199.
[5] Jara, Miguel: http://www.migueljara.com/2009/05/07/la-rebeldia-es-la-penultima-enfermedad-inventada/
[6] Cabral, José Augusto: Nuevas tendencias de la medicalización, http://redalyc.uaemex.mx/pdf/630/63009704.pdf
[7] Idem.
[8] Idem.
[9] González, Enrique, Depresivos y antidepresivos… op. Cit.
[10] Cabral, José Augusto: Nuevas tendencias de la medicalización… op. Cit.
[11] En: Eastgate, Jan: Enfermedad “mental” inventada, http://www.infomex.com.mx/Folleto.pdf
[12] Ruina de la Comunidad. El ‘cuidado’ coercitivo de la Psiquiatría. Informe y recomendaciones sobre el fracaso de la salud mental comunitaria y otros programas psiquiátricos coercitivos: http://www.ccdh.es/pdf/SPA-Psiquiatria-Arruinando_comunidad.pdf
[13] Eastgate, Jan: Enfermedad “mental” inventada… op. Cit.
[14] Ray Moynihan en entrevista: http://www.gara.net/paperezkoa/20080611/81917/es/A-invencion-enfermedades-le-llaman-marketing-miedo
[15] Marino Pérez en entrevista: http://www.cop.es/infocop/pdf/1553.pdf
[16] Idem.
[17] González, Enrique, Depresivos y antidepresivos… op. Cit.
[18] Idem.
[19] Idem.
[20] Marino Pérez en entrevista: http://www.cop.es/infocop/pdf/1553.pdf
[21] Idem.
[22] Idem.
[23] Eastgate, Jan: Enfermedad “mental” inventada… op. cit.

2 comentarios:

  1. Solo espero que "ensayos" como éste no llegue a ser leido por aquellos que padecen algún trastorno psiquiatrico. Correrían el riesgo de creer lo que aquí se comenta, podrían no recibir un diagnóstico y tratamiento oportunos o peor aún podrían suspender sus tratamientos, lo cuál es muy delicado, sobre todo en pacientes con agresividad, tendencias suicidas, etc. QUEDE EN LA CONCIENCIA DE QUIEN PUBLICA ÉSTO IRRESPONSABLEMENTE... Estudiante de ciencias sociales quien seguramente no ha corrido con la suerte de tener un familiar con enfermedad mental.

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  2. Anónimo ya te vale colega.
    He visto mas vidas destruidad por la psiquiatria de las que puedo contar.
    Antes de pensar que estas mal de la cabeza mira primero que personas te rodean o a las que rodeas tu campeon...

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